Definitivamente no estaba tan bien como creía.
Miré el cuchillo como al descubierto,
lo acaricié suavemente con los dedos.
Miré el vacío que me rodeaba
y los pensamientos se agarrotaron en la mente.
Miré la luz del sol que atravesaba el vidrio de la ventana,
iluminando el estar.
Penetrando el alma de la habitación.
Todavía no...
El filo del cuchillo hace brotar unas gotas de sangre,
casi como quién no quiere la cosa, me llevé el dedo a la boca.
Estaba segura que en mi corazón algo se está gestando.
Era tan profundo el sentimiento que me empujaba hacia ese destino.
Aún no...
Abrí la puerta y volví a mirar el horizonte por décima vez.
No me pareció correcta la tardanza.
Él podría haber pensado en las ansias que devoraban mis entrañas,
en el hambre que llenaba las ausencias.
Quizás ahora...
Miré el pequeño reloj apoyado sobre la mesa.
El cuchillo muestra su brillo y por un momento me presiona.
¡Ahora!
Me lancé desesperada y agarré el cuchillo con fiera precisión,
lo clavé en el pan y luego en el salame.