La ventana abierta, dejaba entrar al sol que alumbraba y calentaba la habitación, que siempre estaba fría.
María de los Ángeles, estaba tan feliz de permanecer en ese lugar tan especial y solitario.
A veces la soledad sienta muy bien, fuera del ruido y los otros-otros molestos desagradables.
Afuera se extendía el campo en todo su esplendor, con las piedras rodando y la naturaleza floreciendo de vida y fortaleza.
Podemos aguantar otra temporada: pensó ella, la mujer solitaria.
Pronto vendrás y abrazarás este corazón: dijo la urraca Macarena, dueña del portal de primavera.
Y el viento vino y se llevó la peste a otro mundo, donde no puedan picar.
El vino tinto me cae bien: dijo en voz alta María de los Ángeles al sol acariciador que se escondía en los rincones del cuarto azul, donde vivían los ingleses.
El cuarto azul, estaba helado a pesar del tibio día, ¿porqué? No se nada del tema.