Veranos maravillosas en el campo.
La casa se encontraba rodeada de árboles frutales, con el sol que te abrazaba, de día y la luna iluminaba las noches de mosquiteros y magia.
Donde el llamado de las lechuzas quebraba la oscuridad y el chirriar de la casa helaba la sangre.
Era la casa de mis abuelos, quienes me hablaban en guaraní y me sonreían en castellano.
Los recuerdos se agolpan en mi memoria.
En especial, cuando iba al baño, a una cuadra de la casa.
Apresurada corría a ese lugar de encuentro con mi otro yo, momentos en que conversaba con los enormes sapos que me miraban con sus grandes ojos preguntones.
Yo trataba de no pensar en las tres cruces que estaban a un costado de la ruta, detrás del lugar de la meditación transcendental.
Mientras hablaba y hablaba, alguno que oro anfibio me contestaba croac...croac.
De esta manera, finalizada la labor, corría nuevamente a mi cama, bajo las sábanas, a retomar el sueño de castillos en el árbol, en noches de misterios y cruces del terror.
Hoy, al recordar a mis abuelos, inmediatamente, se me cuelan las remembranzas de la casa, cobijo de los nietos, lugar de travesuras, de historias fantásticas contadas y la calidez ancestral que había alrededor del brasero.
Me has hecho recordar otra casa como esa... aynnnsssss
ResponderEliminarCuando niña era tan feliz
EliminarGozaba cada segundo
Con la abuela
Con la Charata
Mi gatita
Cosas lindas y sin complicaciones
Hermosas historias en el corazón
Los ñiños viven y disfrutan de un mundo interno feliz.. Si se les permite vivir una infancia viva y feliz.
ResponderEliminar: )