Mi ángel

Estábamos en el año 1965.

Era un verano candente.

Un día como todos esos días de calor intenso.

Hacia el sur corría "El  Porteño" un riacho que llevaba poca agua,

yo caminaba en el lecho, pisando barro y agua, sentir la tierra mojada escurrirse entre los dedos de los pies, era placentero.

Las aves cantaban entre las copas de los árboles, cuyas ramas caían hacia el riacho.

Los monos y las charatas jugaban a la escondida y se reían al verme toda contenta cantándole al sol que bailaba con las hojas.

En un recodo del sendero, se asomó una yarará gigante para mi ojos de pequeña andariega, del susto me trepé con rapidez a un troco caído que estaba allí para mi felicidad.

Me quedé ahí con el grito de auxilio atragantado en la garganta, no tenía voz, no sabía que hacer.

Pasado una hora, me tranquilicé y volví a sonreír, a mi espalda sentía la presencia de mi ángel, quién me socorría cuando el miedo se cruzaba en mi camino.

"Ángel mío, protégeme de todo mal que camina por la tierra, vuela por el aire y me espía en mis sueños"

Repetía una y otra vez el cántico que mi abuela me enseñó en las vacaciones del verano pasado, yo sabía en mi corazón de niña que él acudiría a salvarme.

Así fue, lo sentí al correr los años, en cada ocasión, en cada necesidad.