Una noche, no se si en esta vida o en algunas de las otras.
Descubrí un espejo, dentro de un baúl extraño que me llegó por correo.
Me daba miedo.
Sin embargo la curiosidad carcomía mis entrañas y flagelaba la mente.
El cofre vino con llaves muy raras, hechas de cobre muy antiguo.
En la tapa tenía labrado una lombriz enroscada sobre una luna plateada, con luces y sombras que se proyectaban en círculos de luna y azogue.
Dentro del arcón se hallaba un espejo, de un tamaño que se ajustaba a la persona, cuya imagen se reflejaba en él.
De verdad espantaba al más valiente,
sinceramente yo no era audaz.
El cristal, hecho de láminas de metal muy bien pulido, no solamente proyectaba una figura,
te mostraba una imagen con tus defectos interiores y el futuro de tu persona.
No era maligno, era un reflejo de tu realidad.
Al final ubiqué al espejo en un lugar destinado en la casa y todas las mañanas, cuando brotaban las verrugas azules y ocres, traba de descifrar qué lo producía.
Hacer la pócima que sanaba esa particular herida.
Subía a mi Unicornio Negro y salía de cacería, a buscar nuevas aventuras.
Tu imaginación es maravillosa.
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